Hoy hemos vuelto de la psiquiatra
que sigue a los prematuros una vez salen de la UCI. Hoy nos han dicho que
necesitas ayuda. Empiezas a externalizar esa estancia tan larga en el hospital.
Seis largos meses cuajados de malas noches, días tristes sin ver el sol,
operaciones, pinchazos, intubaciones, ahogos, vías... pero sobretodo de dolor, de mucho dolor.
Derrotada. Hoy me siento
derrotada. Yo pensaba, viéndote sonreír así, que todo había quedado atrás. Que
vencimos a los recuerdos, que todo quedaría en un mal principio. Y estaba
equivocada. Por eso mi sensación de fracaso. No conseguimos que escaparas de
toda esa mierda. Las cosas malas dejan huella, una huella tan fuerte e
imborrable que no hay amor en el mundo capaz de borrarlas.
Quiero volver a ser aquella que dormía tranquila por las noches para poder dar lo mejor de si misma al día
siguiente. Para poder tomar las decisiones correctas y escuchar todas y cada
una de las explicaciones de los médicos. Para poderlo comprender todo, y bien,
porque de ello dependía tu futuro y tu vida, que colgaba siempre de un hilito
tan tenue y tan frágil como eras tú. Parece mentira que nunca haya dormido tan
bien como cuando estabas en el hospital pero es que el cuerpo es muy sabio y tú necesitabas a mamá al cien por cien. Y allá estaba yo, siempre mirando hacia
delante, sin darme miedo nada, ni nadie. Con la sensación de poder comerme el mundo a bocados si eso era lo que necesitaba mi nene para sobrevivir. Con la sensación de ser una guerrera incansable luchando contra el mundo y contra todo con la espada más poderosa del mundo, la del amor.
Quiero volver a sentir eso. Que
tú puedes con todo y yo también y que da igual lo que pase que te tendré conmigo, que
saldremos del hospital, que lo lograremos. Que podrás con todas las piedras que
te pongan en el camino. Con esa fe tan ciega que nadie comprendía en los peores momentos.
Quiero volver a ser aquella que
se levantaba pensando que hoy sería un buen día porque era un día menos teniéndote
lejos, un día menos para que llegaras a casa. Aquella que entraba en la UCI con
una sonrisa por muy malas que fueran las noticias. La que lloraba sólo fuera de
la sala y jamás delante de tu incubadora porque estaba convencida de que podías
sentir mis lágrimas. La que conseguía mantener la calma y apartarse rápidamente cuando te
quedabas con el corazón medio apagado hasta que te traían de vuelta conmigo.
Hoy siento rabia. Rabia de no
haber sabido hacerlo mejor. Rabia de no poder atajarlo todo. Rabia de que mis
manos no sean lo suficientemente grandes como para abarcarte la pena y
encerrarla, acorrarla en un círculo cerrado de donde no pueda salir jamás.
Rabia de haberte trasmitido mis miedos, mis inseguridades. Rabia de no ser la
madre que todo lo puede que era en la UCI, cuando te morías un día sí y otro
también y yo no decaía, jamás. No importaba qué difícil se volvieran las cosas.
Sólo se podía mirar hacia adelante y no te podíamos dejar caer. Pura supervivencia.
Hoy tus cicatrices son ríos
blancos de pena, de una pena tan grande que nos desborda, y que a veces, sólo a
veces, logra ahogarnos.
Tranquila Máma, no te culpes, estoy segurísima de que haces todo lo que puedes, y tu también lo sabes, solo que en los días grises cuesta verlo.
ResponEliminaClaro que el amor ayuda, el amor sana, quedan marcas y heridas, pero piensa en el cuando sea más grande, lo suficiente para ver las cosas con un poco más de claridad, agradecerá con amor el amor que tu le has dado.
Yo estoy preocupada también con mi pequeña, pero nosotros no tenemos apoyo psiquiátrico, me parece una excelente ayuda. Son afortunados de tenerla.
Un abrazo virtual grande y ánimos.