Hay una parte de mí que se siente estafada, que siente que le han
robado algo muy íntimo, muy especial, muy único... mi maternidad, mi
lactancia, mi parto, mi alegría de vivir despreocupada y loca, sin saber
lo que es la muerte, el dolor profundo, la enfermedad. Hay una parte de
mí que maldice mi mala suerte, que piensa por qué a mí, por qué a él,
por qué a nosotros.
Éramos felices, desde la inconsciencia de la
cotidiano, desde la rutina gris que con esa capa de humo te envuelve sin
permitirte apreciar tu día a día. Hasta que te lo quitan, te lo
arrebatan, te lo arrancan de cuajo y te quedas como un trapito roto que ya nadie quiere. Envuelta de un dolor amargo que se te mete en la
piel y en las entrañas.
Hay una parte de mí que se siente afortunada... de tenerle a él. Lo importante en la vida no es lo que te suceda, es como actúes para superarlo. Él
es mi motor y mi fuerza. Esa personita que vino a ponernos la vida del
revés, para hacernos más valientes, más fuertes, más humanos. Esa
personita que ilumina con una sonrisa allá donde va que deja una estela
de magia como rastro. Él es único y es mío. No lo cambiaría por nadie
en todo el universo.
Yo a cambio sólo te pido una cosa, pequeño, que
cumplas la promesa que te pidió mamá a pie de incubadora, que la muerte
no te lleve antes que a mí, que mis ojos no tengan que llorarte.